miércoles, 21 de marzo de 2012

Las Cinco Eras del Sol: El Segundo Sol

   El Segundo Sol trajo un amanecer de tranquilidad. Los Hombres aparecieron en la tierra poco tiempo después y los Dioses optaron por interceder. Ehecatl, el viento del Norte, les dio el don de la palabra a los Hombres para que pudieran decirles a los Dioses lo que necesitaban. Al escuchar sus voces, los Hombres empezaron a hablar todos a la vez, hasta que el ruido fue tal que parecían los graznidos de un ave moribunda. Ehecatl estaba decepcionado por la conducta de los Hombres y los convirtió en seres emplumados, hasta que aprendieran a controlarse. Uno a uno, los Hombres guardaron silencio y pidieron al Dios comida, y con el vapor de sus palabras, los frutos crecieron en los árboles. Otros pidieron agua y el retumbar de su voz trajo el trueno y las nubes. Otros pidieron un hogar y su voz se transformó en fuego para la hoguera de la tribu. Ehecatl vio al Hombre con nuevos ojos y los instruyó en “El Arte”. Notaban que su voluntad y la ferviente conexión con el dios les dotaban de un poder inimaginable. Hablaron sobre el día y la noche, sobre las estrellas y los mares, sobre la vida y la muerte. “El Arte” era uno con ellos, hasta que quisieron aprovecharlo unos contra otros. 
   Guerra fue la nueva palabra, que trajo consigo tristeza, violencia y muerte. Era una palabra poderosa que ponía a amigos contra amigos, hermanos contra hermanos e hijos contra padres. Ehecatl volvió inmediatamente con los Dioses, advirtiéndoles del don de los Hombres y bajaron a la tierra con celeridad. La Guerra se propagó por la tierra y los Dioses le dieron fin. Las palabras se fragmentaron como el cristal y "El Arte" escapó entre la brisa y el vendaval de las gargantas de los hombres, mientras que los Dioses ocultaban aquella mística fuerza más allá de lo que puede verse. Sin el don de su lado, los Hombres volaron lejos, aterrados de las consecuencias y se perdieron en las montañas. Ehecatl voló con ellos diciéndoles que aquel lugar donde la fuerza de las palabras se habían perdido solo era obtenible con el silencio de la meditación y contemplación del mundo que El Arte había ayudado a crear. Los dejó para que los Hombres pensaran y observaran, lejos del todo en los picos de las montañas.

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